Teniendo en cuenta la opacidad del escenario político actual, quien se avenga a disputar el poder por la vía electoral debe discernir, con suma nitidez, cuál es el mejor camino para el crecimiento y la consolidación de un proyecto político capaz de transformar la realidad en sentido revolucionario. Lo táctico, queremos decir, es fundamental para alcanzar lo estratégico: no advertir la dimensión de los medios, no asumir la arquitectura del terreno donde se juega el poder (vicio perenne de la izquierda), es omitir que la política se funda sobre la dureza de la historia y sobre los dramas de la subjetividad social. En efecto, todo proceso de construcción política tiene su tiempo interno, su horizonte, su factibilidad. Decir lo contrario sólo se lo pueden permitir quienes, pragmatismo mediante, no ven más allá del corto plazo electoral.
En el caso de nuestro país, exponerse con dignidad y ética a la interpelación de la ciudadanía supondrá pugnar sin descanso por la consolidación de una alternativa política capaz de emanciparnos de los demonios que nos condicionan como Pueblo soberano e independiente. De ahí que la mirada táctica de Proyecto Sur, como ha señalado reiteradas veces su líder, Fernando “Pino” Solanas, esté estrechamente ligada a las metas indeclinables del Movimiento, a sus “Causas”, a sus designios históricos. Sin resultar grandilocuentes, podemos decir, en ese sentido, que Proyecto Sur es hoy en día el único espacio político que se hace cargo de los padecimientos de nuestra sociedad: ninguna otra fuerza se ha referido a la entrega de los recursos estratégicos de la Nación; a la ilegitimidad de gran parte de la deuda pública; a la crisis cultural; al vaciamiento del transporte; a la situación neocolonial del Atlántico Sur argentino; por poner sólo algunas cuestiones silenciadas por los partidos tradicionales.
La confusión que reina sobre la política nacional es flagrante. Por ello, dar un paso en falso podría suponer, para las fuerzas emancipadoras, una pérdida irremediable que condenaría el futuro político de nuestro país: ¿quién más que Proyecto Sur ha abogado por instalar temas que hacen al “núcleo duro” del interés y la soberanía nacionales, como son el fraude de la megaminería a cielo abierto y de la enajenación de los hidrocarburos, la creciente extranjerización de la tierra, la inmoral persecución a los pueblos originarios, el desmonte y la contaminación ambiental y, sobre todo, el crímen de lesa humanidad que supone la desnutrición infantil?
Es vital, por todo ello, reflexionar, sostener lo alcanzado, refrendarlo, y dar un gran salto cualitativo que convierta, ante los ojos de la ciudadanía, a Fernando “Pino” Solanas y a una fuerza relativamente nueva como el Movimiento Proyecto Sur en una opción real de poder. ¿De qué modo? Sin lugar a dudas, gobernando la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Demostrando, mediante una administración ejemplar, que la fuerza que lidera Solanas no sólo tiene voluntad de poder, sino también, y sobre todo, vocación de servicio a la ciudadanía.
Mientras la reforma política puso al límite de lo tolerable la dinámica electoral, el calendario marcó los tiempos: siendo el distrito más relevante del país, la elección de la Capital Federal es la primera del año, y sin duda signará con vigor el desenvolvimiento del tablero político. Quien gobierne la Ciudad Autónoma y sea capaz de poner en acto toda su potencialidad, asumirá una autoridad más que destacada. Siendo la Ciudad la que permitió a Proyecto Sur acrecentar sus expectativas políticas, sería un gran error no asumir semejante desafío. Asimismo, es indudable que no habría mejor modo de dividir aguas, aun en el ámbito nacional, que rompiendo la polarización que el macrismo y el kirchnerismo han pactado a fin de silenciar cualquier alternativa emancipadora. La tarea no es menor, pero pone al alcance de Proyecto Sur algo imprevisto: emerger, a partir de 2012, como la segunda fuerza de la Argentina, y con una proyección extraordinaria en los años subsiguientes.
Las condiciones están dadas para revertir la historia: en los últimos tiempos, fuerzas nacionales y emancipadoras, por un lado, democráticas y progresistas, por otro, han irrumpido en las provincias y distritos más importantes de nuestro país: Proyecto Sur en la Capital Federal, el Frente Cívico en Córdoba, el Partido Socialista en Santa Fe, el GEN y otros sectores en la Provincia de Buenos Aires. En paralelo, un cúmulo de movimientos políticos, sociales y ambientales, surgidos tras años de resistencia y lucha, completan un mapa político que, de confluir en un gran Frente Alternativo, podría redefinir con vigor el concierto político nacional; aunque, eso sí, encabezado por un programa de fuerte contenido emancipador que ponga el acento en el desarrollo cualitativo de la Argentina, en su efectiva descolonización política, económica, ambiental y cultural.
Nuestro país vive un momento único, quizá irrepetible en las décadas por venir. En el contexto de América Latina, a estas alturas insoslayable para el destino nacional, el comienzo de una nueva época llama a cimentar alternativas estratégicas que asuman la tarea de la hora: reemplazar las viejas estructuras políticas tradicionales, en nuestro caso al bipartidismo PJ/UCR y variantes, con el fin de de constituir nuevo sujeto social y político capaz de promover y realizar el bienestar y la felicidad de nuestro Pueblo. En términos de soberanía política, económica, cultural y espiritual, la República sigue a la deriva, sin un proyecto consistente, crítico, liberador: la patria sojera, petrolera y minera, de ningún modo garantiza progreso estratégico (como progreso ético) para nuestra Nación. En la división mundial del trabajo, la Argentina sigue siendo una mera factoría de recursos naturales: el saqueo y la destrucción ambiental sólo son atenuados por el alto precio, transitorio, de las “commodities”.
La urgencia requiere racionalidad, visión estratégica, temple. Como Pueblo neocolonizado, sumido en el desamparo, la desinformación y la extorsión política, los argentinos no dejamos de anhelar un cambio profundo, ético y transformador: la segunda y definitiva emancipación que, aun inconclusa, estamos llamados a materializar.
Por: Fernando Herrera - Redacción InfoSur
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